Lectura de un fragmento de Alturas de Macchu Picchu y análisis de texto.

Buenas tardes, aquí estoy con la primera edición de Canto General, editado por Edición América. No la primera, primera, pero la primera edición por lo menos en Chile. Y quiero leerles un fragmento de Alturas de Machu Pichu de nuestro gran Pablo Neruda y comentar, por lo menos, algunas de las cosas más importante que a mí me parece que están en el texto.

Lo primero que quisiera decir antes de leerlo, es la posición del hablante. El hablante o el poeta se traba en una manera de decir las cosas que viene a recoger la voz de América, que viene a recoger, de alguna manera, la maravilla de poder ser él el poeta profeta, el poeta prometeico, que de alguna manera nos dice, que es o lo que no es, el futuro de nuestra América.

Evidentemente este texto no lo voy a leer completo, pero, enlaza, digámoslo así, el concepto de ser, y como lo dice en algún verso: el gran poeta o el gran hablante o la gran voz que viene a hablar por vuestra boca muerta.

Evidentemente, estos versos que están musicalizados por Los Jaivas, son versos que, en tono de canción o de ritmo venezolano, nos viene al oído inmediatamente:

Sube conmigo amor americano
Sube a nacer conmigo hermano
Dame la mano desde la profunda zona
De tu dolor diseminado
No volverás del fondo de las rocas
No volverá el tiempo subterráneo.

Pero quisiera detenerme en otro texto que, a lo mejor, la gente no recuerda como tan crucial dentro de este mismo poema. Y me refiero a la parte IX, el fragmento IX de este maravilloso texto, que insisto, viene a tomar todo el origen americano y a enlazarlo con nuestro propio destino actual. Y me refiero, a este texto, que, quiero remarcarlo, y de alguna forma, subrayarlo, utiliza de una forma extraordinaria, el adjetivo y el sustantivo.
Escuchen ustedes un maravilloso trozo de Alturas de Machu Picchu:

Águila sideral, viña de bruma.
Bastión perdido, cimitarra ciega.
Cinturón estrellado, pan solemne.
Escala torrencial, párpado inmenso.
Túnica triangular, polen de piedra.
Lámpara de granito, pan de piedra.
Serpiente mineral, rosa de piedra.
Nave enterrada, manantial de piedra.
Caballo de la luna, luz de piedra.
Escuadra equinoccial, vapor de piedra.
Geometría final, libro de piedra.
Témpano entre las ráfagas labrado.
Madrépora del tiempo sumergido.
Muralla por los dedos suavizada.
Techumbre por las plumas combatida.
Ramos de espejo, bases de tormenta.
Tronos volcados por la enredadera.
Régimen de la garra encarnizada.
Vendaval sostenido en la vertiente.
Inmóvil catarata de turquesa.
Campana patriarcal de los dormidos.
Argolla de las nieves dominadas.
Hierro acostado sobre sus estatuas.
Inaccesible temporal cerrado.
Manos de puma, roca sanguinaria.
Torre sombrera, discusión de nieve.
Noche elevada en dedos y raíces.
Ventana de las nieblas, paloma endurecida.
Planta nocturna, estatua dc los truenos.
Cordillera esencial, techo marino.
Arquitectura de águilas perdidas.
Cuerda del cielo, abeja de la altura.
Nivel sangriento, estrella construida.
Burbuja mineral, luna de cuarzo.
Serpiente andina, frente de amaranto.
Cúpula del silencio, patria pura.
Novia del mar, árbol de catedrales.
Ramo de sal, cerezo de alas negras.
Dentadura nevada, trueno frío.
Luna arañada, piedra amenazante.
Cabellera del frío, acción del aire.
Volcán de manos, catarata oscura.
Ola de plata, dirección del tiempo.

Yo creo que este pequeño fragmento, fragmento IX del Canto General es, sin duda alguna, una de las mayores pruebas que un poeta puede pasar en la historia.
Yo creo, como bien decía, “el enemigo” de Vicente Huidobro, Pablo Neruda o Pablo Neruda, “enemigo” de Vicente Huidobro, el adjetivo cuando no da vida mata. Y aquí, justamente, es donde el adjetivo da la vida mayor y construye, a través de la palabra, un universo, que a lo mejor está perdido, pero que vuelve a nosotros de una u otra manera.

Lectura de Tercera Residencia (1947).

¿Qué tal? De Pablo Neruda, uno de los textos, tal vez, que remueve más la conciencia de todos nosotros, un texto que implica el cambio desde la escritura surrealista a la escritura del realismo socialista, sin caer excesivamente tampoco en lo comunista o en lo partidario, Neruda nos llama la atención sobre la tragedia de una guerra, la tragedia de la Guerra Civil Española. Guerra que, sin duda, para mí tiene una trascendencia profunda, dado que soy hijo de uno de los exiliados que llegó, gracias a Pablo Neruda, en el barco Winnipeg, que fletó él junto al Gobierno de Pedro Aguirre Cerda y el gobierno de la Republica Española en el exilio, a Chile. Y este poema, que probablemente muchos de ustedes conocen, pero que viene a ser una explicación de por qué su poesía cambia, por qué ya no escribe en el surrealismo o en la vanguardia, sino que se adelanta, se adentra en la condición del pueblo, en la condición del sufrimiento, en la condición de sufrir las llagas del dolor de los otros. El poema forma parte de Tercera Residencia. Aquí tengo la primera edición de 1947, de la Editorial Losada y el fragmento que voy a leer de este libro, que es España en el Corazón, el gran poema que escribe sobre la Guerra Civil, es el fragmento explico algunas cosas.

Preguntaréis: Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.
Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.
Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
Hermano, hermano!
Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.
Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.
Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!
Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!
Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.
Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

Este extraordinario poema de Neruda nos evoca la terrible tragedia que en cualquier momento nos puede tocar: Siria, Líbano, Libia; cualquier lugar del mundo puede ser el lugar terrible donde perdamos a nuestros niños, donde perdamos la sangre de nuestros semejantes, donde nuestra casa quede destruida. Por eso el poeta, cambia de estilo, cambia de forma, cambia su decir para adentrarnos también una vez más en el fragor absoluto de la humanidad más profunda, de la terrible tragedia y la maravillosa alegría de ser humano.

Doctor en Literatura. Profesor Titular de la Universidad de Chile. Socio de la Sociedad de Bibliófilos Chilenos. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua y del Instituto de Chile. Poeta.