Escritora y guionista. Con Massimo Troisi, escribe varios guiones cinematográficos a cuatro manos. El film “El cartero de Neruda” (1994), fue nominada al Premio Oscar de la Academia, en varias categorías. Como escritora, ha publicado diez novelas, una de las más leídas por el público, es “Da domani mi alzo tardi” (2009).



Neruda en el cine italiano: El Cartero (1994)

Antonio Skármeta escribe “El cartero de Neruda” en 1986 y en 1994 Michael Radford dirige una película basada en el libro que tiene como protagonista a Massimo Troisi. Esta película tuvo 5 nominaciones al Oscar: Mejor Dirección, Mejor Actor Protagonista, Mejor Guión no original, Mejor Producción y la estatuilla la obtuvo Luis Bacalov por la Mejor Banda Sonora.

Tuve oportunidad de conocer a Antonio Skármeta en Italia, en la Feria del Libro de Turín, después de haberlo conocido primero en las páginas de su novela, cuando realicé -junto a Massimo Troisi y Michael Radford- la adaptación cinematográfica. De él, guardo el recuerdo de una persona amable, suave y me pareció que el hombre correspondía perfectamente al artista, que el libro le pertenecía como su serenidad, su sonrisa, su mirada vivaz y el maravilloso idioma en el cual hablaba, pero que no comprendía. De esta manera, fue un encuentro de sensibilidad, de suposiciones, de expresiones del rostro que, sin embargo, me dejó una huella inolvidable.

Nadie mejor que él podría relatar el Neruda privado, llevarnos a su casa de Isla Negra, mostrarla mientras baila con Matilde o cocina con una cebolla en una mano y un cuchillo en la otra, transformando todo en poesía. Seguirlo después en su desencanto frente a la noticia del Premio Nobel, apreciada, pero recibida con modestia, sin auto celebraciones ni vanidad. Nos restituyó al hombre capaz de escuchar a los olvidados, el mismo que llevó con dolorosa empatía la voz del minero, “criatura sin rostro, máscara de sudor, polvo y sangre” que el mismo vio emerger desde las vísceras de la tierra chilena. Un simple cartero no muy culto, pero con una aguda sensibilidad y muchos ideales, gracias a la pluma de Skàrmeta se convierte en el mejor confidente del poeta, el que pide consuelo en el exilio, rogándole que le envíe los sonidos de la isla. Siempre me he preguntado si ese cartero existió alguna vez y, si no, en qué pliegue de la realidad se inspiró el autor para inventar un personaje tan verdadero y creíble.

Massimo Troisi, aguda sensibilidad, alma poética, autor, director, actor napolitano de gran talento, que en Italia es considerado heredero del genio de Eduardo de Filippo, lee el libro y se enamora de él. Precisamente la idea de asomarse a los aspectos menos evidentes del alma del Poeta, poder dar realidad a la vida que se esconde detrás de un verso y, más aún, a la bella pero cegadora luz del premio más prestigioso del mundo, el Nobel, le llevó al deseo de convertirlo en la obra maestra de su propia vida artística y personal. Por supuesto que no podía prever que la película tendría alas tan fuertes que volaría al extranjero y llegaría a los Oscar, pero puso todos los ingredientes para que fuera excepcional: talento, pasión, profesionalismo a lo que el destino sumó una cruz que Massimo abrazó con coraje y determinación. En la película vemos todo, no solo el producto artístico, sino el alma, que aparece desnuda en la pantalla, como si la imagen, el rostro hueco, el cuerpo delgado, fueran solo el medio material de la interioridad inexpugnable que impregna al personaje. “Il Postino” fue la última película de Massimo Troisi: rodó con la última fuerza que le otorgaba un corazón a la espera de un trasplante. Se negó obstinadamente a posponer el rodaje, a interrumpirlo cuando se sentía cansado. Un viernes de junio terminó su trabajo, saludó a todos, tomó la clásica foto de fin de la filmación y dijo “No se olviden de mi”. El sábado por la tarde se quedó dormido y partió.

“Il Postino” parece contener inconscientemente su propio futuro, tiene una sensación de dolor y el fin de las cosas que parte de la ficción de la historia y de la película para continuar en la vida real de manera rotunda. La ficción se confunde dolorosamente con la realidad. Pero en la película no solo hay tristeza, también se rige por las sonrisas y la poesía, los mismos ingredientes del libro, aunque la adaptación requirió muchos cambios. Un cambio de época, de 1973 a 1952, del entorno, de Chile a Italia, de la edad del protagonista que de ser un joven de diecisiete años se convierte en un adulto sin edad, pero con sueños y aspiraciones intactos y puros. Adaptar la novela fue fascinante. Mientras el Cartero, personaje nacido de la creatividad del escritor, dejaba más libertad, Neruda pidió un trabajo que tuviera que ser respetuoso con la grandeza conocida por todos. No siempre fue posible hacer uso de los diálogos de la novela, porque muchos de los elementos que hacen grande al personaje en el papel son narrados y no dialogados. ¿Cómo hacer hablar al poeta en la película sin dejar de estar a su altura? “Confieso que he vivido”, escrito por el propio Neruda en primera persona, fue la solución. Profundizando en las palabras expresadas por el Poeta fue posible construir sus diálogos. El personaje de Mario Jiménez, que en Italia se convierte en Mario Ruoppolo, en la novela tiene la frescura de la juventud, pero encuentra su vivacidad en el talento de Massimo Troisi.

Son muchas las licencias que hay que tomar para transformar un buen libro en una buena película como, por ejemplo, insertar más de un narrador ficticio en la historia y perdonarse a uno mismo. Sin embargo, había en el ‘Cartero de Neruda’ un elemento que realmente era necesario respetar, el poema que al final se entristece por la muerte de Pablo Neruda, ocurrida durante el golpe de Pinochet. Narrador ficticio sí, pero el poeta ciertamente no podía morir con veinte años de antelación. Así, para preservar la sensación de pérdida que impregna el final de la historia, era inevitable que muriera el Cartero y que el pésame que es suyo en la novela fuera en lugar del Poeta: Pablo Neruda, volviendo a la isla donde se desarrollan todos los acontecimientos, descubre que su amigo y confidente se ha ido para siempre. Pero está su hijo, que quedó huérfano antes de nacer y que lleva su nombre, Pablito. Lamentablemente, esa sensación de muerte salió de la ficción y entró en la realidad, con la muerte de Massimo Troisi se creó un vacío verdaderamente insondable para todos los que lo conocimos y para el público que lo amaba. Ver esta película nos consuela y al mismo tiempo todavía nos duele hasta el día de hoy.